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Represión lingüística

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Últimamente tengo problemas con uno de los más relevantes derechos de esta nuestra democracia, la Libertad de Expresión.

¿Y como se come eso Ramoncito? Acaso no te sientes “feliz” en estos tiempos en los que puedes decir lo que te dé la gana.

Pues ese es el dilema. Siento que en realidad no puedo expresarme libremente sin hacerme cargo de ciertas responsabilidades o consecuencias. Que solo existe la libre expresión en lo chabacano e insustancial. Si te metes de forma pública con ciertos estamentos o personas de relativo poder puedes tener problemas legales. Si te desmarcas públicamente de lo “políticamente correcto” ofendes a un colectivo u otro, eres censurado y marcado como intransigente, xenófobo, machista o cualquier otro adjetivo de connotaciones negativas, al menos para mí, y que deriva en “excluido” por no cumplir con el ideal común. Me veo como un cobarde por no decir lo que siento por miedo a ser pisoteado por los borregos del pensamiento único que determina que es lo que esta bien y que es lo que está mal.

¿Qué es lo que has hecho ahora, Ramoncito?

Bueno…Hace un rato le he pedido veinte euros a mi padre, y…me ha dicho que no.

¿Y…?

Pues haciendo uso de mi derecho a la Libertad de Expresión le he llamado “sucia rata tacaña”.

¿Y tu padre ha respetado tu “derecho” a llamarle eso?

No. Ha salido corriendo tras de mi para darme una ostia…pero he escapado de milagro huyendo de la represión “fascista”.

Ramoncito, acércate. Ven aquí que la ostia te la voy a dar yo desgraciado.

Lo siento, me voy corriendo. Ahora entiendo a aquellos que escapaban de los “grises” en la dictadura. ¡Que triste es ser el mártir de unos tiranos!

Sigue, sigue, eso “arréglalo”…

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