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Un cúmulo de desdichas

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Ramoncito…vengo con un “mal cuerpo” que no te puedes ni imaginar.

¿Qué ha pasado? ¡¿Está usted bien?!

Si, si…de salud bien, pero he visto una “cosa” que me ha dejado “tocado” psicológicamente. A mi edad estoy habituado a lidiar con la muerte, pero jamás había vivido una situación así. Me ha impactado más de lo que creía.

Pues apóyese en mi hombro y llore…

¡Quita! ¡Quita! ¡Que corra el aire!. A final vas a ser un poco “rarito”.

Disculpe, cuénteme lo que le ha pasado sin apoyo de hombro ni nada.

¿Conoces los semáforos del centro? Esos semáforos que tienen unos “muñequitos” animados y además llevan un contador con el tiempo que tienes, bien para cruzar, o bien con lo que queda para que se ponga verde…

Si, ya se que semáforos son. Son menos desesperantes porque al menos sabes lo que te queda de espera.

Pues estaba en el centro de la ciudad aguardando cruzar la calle con varias personas y al semáforo le quedaban diez segundos para cambiar. Cuando parecía que ya no pasaban más coches y alentado por el conocimiento de la proximidad del semáforo verde para el peatón; un señor ha empezado a cruzar cuando faltaban tres segundos, y, un coche se lo ha llevado para delante. Se ha saltado el semáforo que se acababa de poner en rojo y ni siquiera le ha dado tiempo a frenar.

¿Qué le ha ocurrido al hombre?

Ha muerto en el acto. Lo ha destrozado literalmente. Han sido una serie de catastróficas casualidades que han acabado en tragedia. Que ingrato y que poco sentido tiene morir por no esperar tres segundos.
El conductor del vehículo con una crisis nerviosa, el hombre ha estado allí tirado más de una hora porque que no llegaba el juez. Vamos, un espectáculo dantesco.

Es que no somos nadie Don Bartolomeo.

Pues no lo serás tú, idiota.

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